En las
últimas tres décadas, la educación tradicional ha sido cuestionada desde
diferentes campos de estudio, y especialmente, desde la neurociencia. Este
cuestionamiento radica en su enfoque principalmente cognitivo durante los
procesos de enseñanza-aprendizaje y evaluativos, obstaculizando un área
indispensable para el funcionamiento óptimo del ser humano: lo emocional.
Las
investigaciones actuales en neurociencias han permitido demostrar que, para
lograr un aprendizaje verdaderamente significativo, necesitamos generar
emociones placenteras en los (as) estudiantes, puesto que, de esta forma, los
procesos mentales fluyen, se focalizan y optimiza el funcionamiento de la
memoria, haciendo del aprendizaje un proceso espontáneo, natural y de
experiencias enriquecedoras. Todo lo contrario ocurre bajo la modalidad actual,
donde niños y niñas se encuentran en ambientes estáticos, atendiendo estímulos
poco interesantes y displacenteros desde su percepción, lo cual, desmotiva y
desnaturaliza el aprendizaje, transformándose en una imposición desde la
escuela y sus familias para obtener las calificaciones que le permitan subir de
nivel. Este es uno de los factores más dañinos para el bienestar emocional de
los (as) alumnos (as), ya que, aprender se transmuta a periodos de estrés y
ansiedad cada vez que un niño o niña debe realizar tareas, someterse a
evaluaciones o incluso por asistir al establecimiento.
Por otra parte, la educación centrada en aprendizajes socioemocionales permitirá disminuir ampliamente comportamientos de riesgo, como el ejercicio de diversas conductas violentas, consumo de sustancias dañinas, tendencias a la depresión y/o suicidio, u otras afecciones del estado mental, las que a largo plazo repercuten en la salud global de la persona y en quienes la rodean. Así, crea un estilo de vida basado en el autocuidado, respeto a su entorno, y potenciado en estrategias personales que le permitan afrontar adversidades de manera más eficaz.
No se debe obviar que, estos descubrimientos desde las ciencias de la educación son un llamado de atención a las políticas públicas para modificar las bases curriculares de la enseñanza tradicional que se efectúa en Chile. Un ejemplo de esto, es la consideración del Sistema de Aseguramiento de la Calidad de la Educación, que privilegia en un 67 % los aprendizajes obtenidos por el Sistema de Medición de la Calidad de la Educación (SIMCE), en comparación a un 33 % en actitudes del desarrollo social y personal que no se estiman como determinantes.
La educación debe centrarse en los procesos socioemocionales, es por esto que, al matricular a su hijo, hija o menor a cargo, considere establecimientos que fomenten este tipo de aprendizajes. Sin duda, será un paso fundamental para mejorar su calidad de vida.
Pavel Ferrada Reyes
Psicólogo educacional
Diplomado de Educación Emocional y Desarrollo Integral (c)
Colegio Veinte de Agosto, Chillán Viejo
El progreso educativo, que se estima en la actualidad, se debe focalizar principalmente en el proceso de aprendizaje de cada uno de los estudiantes
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